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Una raíz de amargura

Foto del escritor: LibélulaLibélula

El día de hoy mientras cuidaba del jardín me percaté de que en medio de mis flores había una plantita que sobresalía, era una planta silvestre. Intenté arrancarla rápidamente pero sus pequeñas espinas se clavaron en mi mano. Me puse mi guante y al intentar sacarla me quedé sólo con las hojas y una parte de su tronco. Cuando la tuve en mi mano la contemplé y me pregunté si debía buscar la otra parte para retirarla con todo y raíz. Decidí que tenía que sacarla toda pues aunque la pequeña planta fuera apenas notoria ante los demás yo sabría que estaba ahí y que pude haber tomado dos minutos más para cuidar de mis flores. El pasaje de Hebreos 12:15 acudió a mi mente así que me senté a contemplar mi corazón. Me pregunté a mi misma si había algo dentro que no estaba viendo pues recientemente había sentido una profunda tristeza al enterarme de una gran mentira. A veces aunque damos lo mejor de nosotros y amamos con intensidad no somos pagados con la misma moneda. Es entonces cuando algo dentro de nosotros brota y nos lleva a actuar sin tener misericordia. Actuar con bondad, incluso cuando hemos sido heridos, es una virtud y todo un reto. Perdonar al que ha sostenido el cuchillo es difícil y conlleva un esfuerzo que va, en muchas ocasiones, más allá de lo que nos sentimos capaces. No podemos evitar sentirnos tristes, pero si podemos controlar lo que hacemos con el sentimiento.

Hay que mirar hacia arriba y hablar con Dios sin encubrirle lo que realmente hay en nuestro pecho, pues él ya lo sabe. Acudamos a su regazo y pidámosle que nos de fuerza para enfrentar la situación, sabiduría para obrar sin herir y amor para perdonar. Recuerde que muchas veces hemos fallado ante el Padre, y hemos venido a pedir perdón sin merecerlo. Tome su tiempo, guarde distancia si lo necesita, pida consejo, evalúe la situación y decida como va a obrar para encontrar la paz. La amargura es tan estorbosa que por ella, además de a uno mismo, muchos son contaminados. Triste es la vida de alguien que vive pensando en todos los infortunios que ha sufrido y mucho más triste es la vida de aquel que los comparte sin lograr edificación. Tengamos cuidado al compartir nuestras experiencias, pues al no conocer las luchas del otro podemos llegar a darle un excusa para apartarse de la iglesia. Que lo que enfrentemos nos permita aprender para crecer conforme a la Verdad y nos lleve a contemplar el maravilloso e inigualable amor de Dios.


No se convierta en una mujer de corazón amargo, tome valor y enfrente la batalla, pues si el Señor va a su lado, usted ya la tiene ganada. No dude de que con el paso del tiempo, si obró bien, podrá ver que lo que entonces fue angustia para usted, el Padre lo ha transformado en bendición.

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; Hebreos 12:15
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